miércoles, 29 de agosto de 2007

En una Iglesia de Coronel


Tres veces por semana asistíamos a un culto de nuestra iglesia: Martes, Jueves y Domingo, partíamos sagradamente en busca de lo sagrado.

Las enseñanzas fueron múltiples en las casi 1500 reuniones de mis primeros doce años; desde los infaltables sueños del hermano Ramírez, hasta la interminables prédicas del hermano Rifo.

Las visitas esporádicas de misioneros “gringos” que con su pegajoso acento hacían la reunión más llevadera, y con su tez clara el paisaje más atractivo, especialmente entre tanto “negro curiche”.

En otras ocasiones, llegaban los aspirantes a pastores, seminaristas, misioneros improvisados, aprendices de predicadores que hacían de nuestra pobreza un lugar donde aprender.

En medio de estas reuniones, de las prédicas de mi padre, de Gajardo, de Benítez, de Fernández, aprendí la fe que hoy sustento. En medio del esfuerzo de quienes intentaban liderar la obra sin ninguna preparación ministerial formal, porque quienes la tenían no consideraban nuestro pueblo como un campo atractivo para su ministerio.

Allí, aquí, he nacido a todo. A la vida, a la fe, al matrimonio, al ministerio, a la paternidad. Allí, aquí, sigo naciendo cada día.

1 comentario:

Cristián Cabrera A. dijo...

Estimado Juan Carlos, vi tu blogs, lei con atención cada uno de tus relatos, me parecen conmovedores. Con ellos recorde algunos espisodios de mi porpia infancia, que me parece es muy parecida para quienes somos del sur. Lamento no haber tenido mas tiempo para compartir contigo. Te envio un abrazo y mi amistad.
Cristián Cabrera